Te quiero como tantas cosas que no tienen solución

Si hay algo que aprendes tras el milésimo asalto, es que rendirse no es una opción, pero permitirse el lujo de pasar página sí lo es. Quizá  hayamos exprimido las situaciones más de lo deberíamos, o puede que sólo nos dejáramos llevar en las muy buenas y en las catastróficas. Y así hemos acabado. Ahora compartimos un pasado con muchos detalles escabrosos y recovecos que ni nosotros mismos podríamos llegar a enumerar decentemente sin perdernos en ellos, sin que nos absorban. Pero he aquí el derecho a reconstruirse, a hacer borrón y cuenta nueva, y por qué no, a renunciar a olvidarlo. Cuidado, guardar las cosas dentro no consiste en victimizar, no consiste en dejarse machacar, sino en asumir las cosas que han pasado y tratar de dar una nueva perspectiva al asunto, pero para eso aún esperaremos. Puede que con el tiempo nos demos cuenta de que no tuvo tanta importancia como le dimos, o al revés, puede que sea entonces cuando sepamos que tenemos que enfrentarnos al pasado para revolucionar el futuro. ¿Quién nos dice que no echamos por la borda aquél ápice de felicidad que podría haber cambiado nuestras vidas? Nadie. No hay forma de saberlo. Pero no temas, los recuerdos nos perseguirán, pero somos tú y yo quienes tenemos la capacidad de darnos la vuelta y mirarlos de frente para desafiar aquello para lo que no estuvimos preparados antes. Hasta entonces, encantada de conocerte, de haber compartido mañanas, tardes, noches eternas e incluso madrugadas en el coche. Encantada de abrazarte y de acurrucarme, encantada de dejarme acariciar, de ejercer de confidente y de hacerte partícipe de mis secretos más profundos. Encantada de haber nadado en tus infinitos ojos azules, en tus palabras mágicas, en tu melodía. Sé que volveremos. Sé que lo solucionaremos. Volveremos a encontrarnos.

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