Yo la vi

A veces todo se nubla y no vemos con claridad. Y no la vemos, simplemente, es como si no estuviera, creemos que no existe, que nunca ha estado ahí. Pero si miramos fijamente, ahí está. Es casi invisible, casi transparente, brillante, efervescente, impalpable, se esfuma con tanta facilidad. Escapa si intentamos cogerla con las manos, pero podemos encontrarla descansando en unos ojos que no encuentran la felicidad, pero saben imaginarla, y agarrarla, en una sonrisa desprevenida, en pasos tranquilos, en piernas cruzadas esperando una buena noticia. Porque es ella quien palia nuestra tristeza diaria, disipa la angustia, nos cambia la cara. Y yo la vi. Estaba dormida en algún rincón de mi líquido, de mi carne o de mi hueso. Me ayudó a salir de la marea que había en mi azotea, me cogió las manos y me empujó a saltar al vacío, no dejarme llevar más por aquél río que me destrozaba. Y vi que la presión apretaba demasiado, que mi vida se agrietaba por cada ranura, por cada grieta día a día, que aquello era una tortura. Pero si algo sé, es que la verdad está en la calle, en cada pensamiento libre, en cada café, en cada página de cada libro de cada estantería de la librería de cualquier ciudad del mundo, y que no hay arma más mortífera que la sonrisa, que brilla por sí sola. Y me di cuenta que sólo yo podía cambiar mis desastres por mis lecciones, que sólo yo podía quitar el negro y salir a ver los colores, que sólo hay que levantarse y decir 'hasta aquí', renovarse, volver a nacer, valorarse. Porque si sales ahí fuera y miras fijamente, encontrarás ángeles y demonios, buenos y no tan buenos, cabrones y cabronazos. 
Si sales ahí fuera y miras fijamente no verás fronteras, 
verás que ella está ahí, dónde menos te lo esperas, 
porque la esperanza es así, sólo si tú quieres se queda.

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