No todas las orugas se pueden hacer mariposas

Como he dicho mil veces, no soy nada del otro mundo, pero sí soy única en mi especie en este planeta. Tengo muchas cosas que tienen la mayoría de la gente, veáse un nombre que no me gusta, unos apellidos feos, el pelo castaño y los ojos marrones, una cara a veces demasiado expresiva, unas pestañas desordenadas y que se mojan demasiado, unos labios que saben decir demasiadas cosas, aunque sólo se atrevan a soltar algo más de la mitad y demás cosas que comparto con más de uno de vosotros. Pero tengo un cerebro raro, y un corazón que, aunque de forma sea estándar, no tiene nada que ver con ningún otro. No soy normal. Soy caprichosa, para nada celosa, pero si te quiero voy a luchar por ti, y sin que te des cuenta, contigo. Si empiezo algo, lo acabo, y ya que lo hago, joder, lo hago bien. No se me compra con dinero, ni con palabras bonitas, sino con hechos, porque aprendí que si no lo veo no lo creo, y que quien te quiere te busca. Me siento sola casi todas las horas del día, aunque esté rodeada de gente, y sólo yo entiendo eso. Quiero de una forma diferente a cada persona, y sería incapaz de describir la palabra amor, porque el amor es algo infinito, porque no hay dos iguales, y porque implica demasiado como para delimitarlo con una definición. Soy detallista, y demasiado perfeccionista, y me enfado si las cosas no salen como quiero. A veces pienso que me equivoqué de época, de país y de todo, que no he acertado ni en el color de las paredes mi habitación. No sé, así soy yo. Y es por eso que, aunque esté sola, siento que así me encuentro más a mí misma, y quién sabe si esa será mi verdadera misión, mi razón, mi función o... por qué no, mi destino.

Comentarios

Entradas populares