I can be your hero baby

Era una niña con mil cosas en la cabeza. Creía en el monstruo de debajo de la cama, corría por el pasillo a oscuras para llegar cuanto antes debajo del edredón y adoraba el recreo. Aunque lloraba mucho, también reía. Quería ser sirena, hada, quería volar, tener alas. Pedía deseos a las estrellas fugaces, no necesitaba medicina en botella para echar las penas y el amor era poco más que lo que veía en la tele. Me hice mayor. Aprendí que los monstruos no existen, ni las hadas, ni la suerte, ni la salud, ni la justicia, ni los ''para siempre'', ni los finales felices. No me costó demasiado entender que las estrellas fugaces no nos oyen desde ahí arriba, y que las cosas son como tú quieres que sean, como tú las hagas, y que un obstáculo visto desde arriba no es más que una piedra en el camino, todo es cuestión de buscar el ángulo. Me di cuenta que nadie de ahí fuera va a dar la cara por mí, que yo misma tengo que sujetar la bombillas de mi techo, sin alas, y que las paredes de mi reino no tienen que caer con un piropo, que las cosas o te las ganas, o ya te puedes dar la vuelta para que te den por detrás. Entendí que el amor, el de verdad, el de la familia y los verdaderos amigos, es el que mueve el mundo, y que los demás son pasajeros, que no hay media naranja ni dos piezas perfectas de puzzle sino mil oportunidades de ser feliz. Que los pequeños detalles, los ''te necesito'' y una coca cola fría pueden alegrar un día, igual que una sola imagen puede echarlo todo a perder. Todo consiste en aprender día a día de las cosas que nos duelen, que nos hacen daño, para integrarlas, analizarlas y destruirlas. Y así entender, al fin y al cabo, que nosotros tenemos que ser nuestros propios héroes. 

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