No me pidas nada que nada te doy.

Habría sido mucho más fácil renunciar a ti desde el principio, asumir que las cartas no jugaban a mi favor. Entender que ni el destino ni ninguna otra cosa podría hacer que tú y yo estuviéramos juntos de verdad. Pero no, yo necesitaba correr todos los riesgos existentes y escribir otros nuevos. Quería sentir el calor de tu cuerpo de cerca, sentir tu aliento en mi cuello y tus manos apretando fuerte mi espalda, tu sonrisa de complicidad que parecía tener una doble cara y que a veces parecía que decía que estaba loca por mí. No sé por qué, pero lo sentí como una necesidad, como una adicción completamente irrefrenable que me hizo caer más y más en la trampa de creer que me querías. Pero una vez más despierto del sueño y me doy cuenta de que todo son fantasías, que la realidad es mucho más negra y que quizás no quieras pasar los días y las noches conmigo. Dicen que lo bueno de tocar fondo es que sabes que de ahí no vas a pasar, que peor ya no puedes estar. Y yo me siento aquí abajo, con las piernas cruzadas, y miro hacia arriba y veo toda mi historia, como he ido bajando poco a poco, y no soy capaz de sonreír por los momentos en que me besabas, sino que tengo la necesidad de gritarte a la cara y decirte que te odio por no sentir lo mismo que siento yo. Y es que es lo que debería hacer, porque cuando estás aquí abajo no encuentras forma de salir, tienes que quitarte el peso, sacar las alas y echar a volar. Tienes que decirle al mundo que no quieres dejar de ser tú, que quieres volver a empezar. Y eso sólo es posible si renuncias a aquello que te hizo caer. ¿No?

Comentarios

  1. A veces tenemos que equivocarnos para darnos cuenta de las cosas y aprender aunque nos duela. El texto es precioso *___*
    Mil besos <3 TE ESPERO!
    http://solopodriadecirloasi.blogspot.com/

    ResponderEliminar
  2. Me encanta tu blog,soy nueva en esto, pásate :)
    todosbuscamoslaverdad.blogspot.com

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares