Que se entere el mundo entero de que te echo de menos.


Y es que a veces, cuando más confundido estás, es cuando más tienes que sentirte libre. Porque cuando rozas la libertad con los dedos, es cuando de verdad te das cuenta de que lo que tenías no era tan malo. Te cala hasta los huesos el abrazo helado de unos brazos nuevos, sientes como un soplo de aire muy muy frío y de inmediato echas de menos la calidez de unos labios conocidos. No hace falta más que una mirada para añorar el brillo de unos ojos especiales. Sentir el contacto de unas manos recorriendo tu espalda para recordar que sus manos eran más suaves y conocían mejor tus curvas. Hablar sin parar y acordarte de que él siempre sabía cuando no decías la verdad porque mirabas hacia otro lado y tus mejillas se volvían rosadas. Escuchar una voz que no es la suya diciendo lo bonita que es tu cara y que tus pestañas desafían la gravedad cada vez que miras hacia abajo, hacia arriba o hacia cualquier lado. Es ahora, en este momento, cuando ahí fuera hay más de treinta grados y tú tienes frío, tienes el corazón helado, te falta la llama que sólo él sabía encender.

Comentarios

  1. Que buena entrada. Me hiciste recordar muchas cosas lindas y al mismo tiempo no tanto.. Gracias :)
    un beso!

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