Es increíble lo diferentes que se ven las cosas a través de un objetivo. Es como si ese trozo de cristal pudiera hacer que el mundo cambiara. Como si la lente cambiara las cosas. Todo es más bonito. Algo insignificante se puede fotografiar y tener belleza, una belleza inapreciable a simple vista. Una sonrisa adquiere una forma perfecta. Una mirada tiene un brillo especial. Las caras adoptan una tonalidad increíble tanto a favor como en contra de la luz. Un gesto puede convertirse en una gran imagen, un bonito recuerdo. Por eso las mejores fotos son las que no están preparadas, las que llamamos de imprevisto, porque es cuando desprendemos esa magia que hace una foto especial. No hay sitio para sonrisas forzadas, miradas sin sentido y posturas milimetradas, solo para la espontaneidad y la locura. Aprovecha si estás detrás de la cámara para captar esos momentos que nuestros ojos no pueden ver. Si estás delante de ella, ríe sin parar, muévete, quiérete y deja atrás tus complejos, después será perfecto mirar esos recuerdos sin rencores, esos momentos fugaces, felices, mágicos y sobre todo guardados en la memoria.
Es curioso, con una cámara en las manos el mundo me sonríe con más fuerza.
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